viernes, 31 de agosto de 2007

Capítulo II

Amordi, 3 de Julius de 1669.

Prisión de la Garra, en el Mar de la Espuma.


Los dos guardias miraban el pabellón de ejecuciones apoyados en la barandilla de una pasarela en el piso superior.

- ¿Ese es el recién llegado, Pierre? - le preguntó a su compañero.

- Sí, parece que el Capitán Étalon no quiere desaprovechar la oportunidad de fusilar al preso mientras el Director esté de viaje.

- ¿Y porqué quiere hacer eso?

- Mi primo me ha contado que ese pirata ya pasó por esta prisión un par de veces, y que misteriosamente en las dos consiguió escapar sin dejar rastro - y acercándose a su oído y tapándose la boca con una mano, le susurró - También me ha dicho que en realidad consiguió sobornar al Director y que este le arregló la fuga.

- ¡Venga ya, Pierre, ya estamos otra vez con las patrañas de tu primo! - dijo empujándole irritado - ¡El Director es un gentilhombre honrado, y jamás se desviaría de su deber! ¡Y por cierto, tu aliento apesta!

- ¡Eh, tranquilo! ¡Yo solo te cuento lo que se! ¡¿O es que no tenía razón mi primo cuando dijo que el cura castellano había sido corsario, cirujano y espía antes de ser encarcelado?!

- Ya, pero… ¿el Director? - le respondió entre la duda y la incredulidad - Bueno, aquí te dejo. Ahora que me has hablado de él, he recordado que tengo que acompañar al Padre Diego en su visita semanal con los presos del segundo piso.

- ¿Con los del segundo? Vaya faena, ten cuidado con el Mortero, que últimamente está más cabreado que de costumbre. ¡Ese te rompe el cuello con una sola mano si te descuidas! - le advirtió haciendo un brusco gesto con la mano.

- Por suerte, hoy el Padre Diego me ha dicho que tiene jaqueca y que solo quiere ver a los oficiales de la celda VII.

- Esos ya llevan un tiempo aquí, ¿no?

- Si, creo que más de un año, seguramente dentro de poco pasaran ellos por la sala de ejecuciones si continúan llegando presos con la frecuencia de los últimos meses. Parece que realmente el Rey Sol ha conseguido limpiar el Mar de la Espuma de piratas y corsarios.

- Aún recuerdo el día en que vi por primera vez el culo de esa eisena. La verdad es que se lo he visto pocas veces más a lo largo de este tiempo. Solo cuando el Capitán Étalon la sacaba de la celda para descargar su mala leche con el látigo… ummm… que morbo… - dijo el guardia con la mirada perdida mientras se recolocaba la entrepierna.

- Sabes, Pierre, eres un salido…


Terdi por la noche, 4 de Julius de 1669.

Prisión de la Garra, en el Mar de la Espuma.


En esa tormentosa noche de verano, los presos se mantuvieron en la más absoluta calma hasta que llegó el momento.

Cuando el Teniente Georges D'Argeneau abrió la puerta del calabozo para que el Padre Diego de Orduño saliera al finalizar sus oficios, unas manos salieron de la nada y le atraparon con fuerza las muñecas. Aún con la cara de sorpresa puesta, vio como la eisena empujaba la puerta con todas sus fuerzas y le machacaba contra la reja de la celda. Al ver lo que pasaba, su compañero soltó la voz de alarma mientras el maltrecho teniente desenvainaba su acero y se deshacía de su agresora con un corte. Incitada por la anhelada libertad, y a la vez por el punzante dolor de la herida, Nicolette le atizó un gancho en la barbilla dejando al joven oficial tendido de un solo golpe en el suelo. Mientras Blind recogía las llaves y liberaba a los otros prisioneros, un acto más estratégico que altruista, y Dylan Wolf se hacía con la espada del teniente caído y aseguraba el pasillo, la feroz eisena tumbó al soldado restante rompiéndole la nariz con un fuerte puñetazo.

Acto seguido, un pelotón de guardias del piso inferior se interpuso en el camino de los fugitivos. Wolf y Blind se adelantaron para hacerles frente, pues eran los únicos que llevaban estoques. Blind encaró al oficial del pelotón mientras Wolf se quedaba con el resto de hombres. Las espadas empezaron su baile y los guardias montaignenses cayeron a su avance. En poco tiempo el pasillo quedó limpio y la manada de presos liberados bajó al resto de niveles sin orden ni cuidado. Cuando estos llegaron al piso más bajo, un estruendo se escuchó por toda la torre y media docena de presidiarios cayeron muertos por la ráfaga de los mosquetes.

Cuando Blind llegó al primer piso, y viendo que algunos marineros del “Sea Wolf” estaban aún encerrados en algunas de las mazmorras, se les acercó con las llaves del segundo teniente vencido y les liberó de su cautiverio. Mientras tanto, Wolf vio que en la planta baja los guardias que habían disparado la ruidosa descarga estaban recargando a toda prisa sus armas. Sin perder un segundo, con espada y antorcha en mano, se lanzó desde la barandilla para caer encima de los infortunados soldados en un acto de puro arrojo. En medio del estruendo, los guardias soltaron sus armas de fuego e intentaron reducir al avalonés con sus hierros, pero lejos de conseguir su cometido, el osado capitán blandió su antorcha resguardando su posición y amedrentando a la docena de hombres que lo rodeaba. Algunos de ellos intentaron romper la defensa de Wolf solo para encontrarse con su estoque clavado en sus carnes, y los soldados empezaron a caer tan pronto como intentaron un avance.

Viendo que un nuevo pelotón de guardias se preparaba para disparar por la espalda a Wolf, Nicolette dejó a un lado al Padre Diego, al que había estado protegiendo hasta el momento, para hacerse con un banco de madera y arremeter contra los soldados en una carga furiosa. La mitad de los armados quedó inconsciente cuando quedaron aplastados contra la pared, y el resto tuvo que lidiar con la iracunda eisena.

Wolf blandía su acero como un torbellino. Los soldados se agolpaban a su alrededor como los chacales se lanzan contra su presa, pero no se trataba de un ser cazado sino de un cazador, que con cada zarpada liquidaba tres adversarios más. Cuando los marineros del “Sea Wolf” llegaron al piso inferior, solo quedaba un único hombre que limpiaba su espada de la sangre de un cúmulo de cuerpos moribundos.

Con el camino despejado, poco les quedaba a los fugitivos para llegar al despacho del director de la prisión donde se encontraba una salida segura de la cárcel. Como un rumor, se escuchaban los disparos que acertaban en los presos que huyan por la puerta principal del edificio en una carrera perdida campo a través. Delante de la puerta del despacho pero, quedaba un último escollo, el cruel Capitán Louis Étalon du Toille.

El Capitán era un hombre diferente. A pesar de su maldad, era evidente que si había llegado a su rango y estaba destinado en ese sitio, debía de ser por sus méritos y no por la bendición de su linaje, pensó Wolf. Cuando el combate comenzó, fue el avalonés quien primero se lanzó a su encuentro y las estocadas se intercambiaron causando gran mella entre los enfrentados. Al ver que se trataba de un enemigo duro de roer, Blind se sumó a la reyerta pues no se trataba de una disputa por honor. Étalon ciertamente, era un espadachín capacitado y superaba en destreza a los dos hombres con una espada en la mano, pero Wolf tenía un as en la manga para esas situaciones, y descargó el fuego del arma que había recogido anteriormente finiquitando al espadachín montaignés sin mayor contratiempo.

Dentro de la habitación del Director, los muebles caros se combinaban con la elegancia y decrepitud usual del gusto montaignés. La trampilla que conducía a la salida de la prisión no fue difícil de encontrar, así como un pequeño cofre que de buen seguro contenía el dinero ahorrado del corrupto Director. Los fugitivos huyeron por la portezuela que conducía a un largo pasillo esculpido en la roca viva, y dejaron atrás un largo año de confinamiento forzado en la prisión de la Garra.

No obstante, antes de salir al aire libre se encontraron con un macabro detalle en su trayecto. Después de caminar largo rato encorvados a través de la profunda negrura y solo iluminados por el débil resplandor de una vieja antorcha, apartando los pegajosos velos tejidos por desconocidos arácnidos y controlando los miedos de los compañeros más aprensivos, encontraron el esqueleto de un antiguo fugitivo que yacía en el fondo de un desnivel escondido traicioneramente en la oscuridad de la gruta. Cuando registraron los despojos de ese desventurado, encontraron una carta entre sus harapos. En el manuscrito, un tal Don Juan del Castillo se dirigía a su hermano para comunicarle las instrucciones de su inacabada huida y las ganas que tenía de volverlo a ver después de muchos años. Desgraciadamente, ese encuentro no se produciría nunca pues el infortunio se había cruzado con su hermano y este había terminado sus días en las entrañas de ese profundo pozo. Por sorpresa de todos, en la nota también se hacía referencia a una misteriosa isla llamada la “Île du Diamant du Sang”, y con tan sugerente nombre los fugitivos no dudaron en memorizarlo para futuros episodios.

Aunque antes de eso, claro, les quedaba una cosa pendiente. Huir de esa maldita isla…


Guerdi por la madrugada, 5 de Julius de 1669.

Acantilados de la Isla de la Huella, en el Mar de la Espuma.


- Tiene que llegar, por el amor de Theus, el Mortero tiene que llegar… ¡Eh! ¡Los de ahí abajo! ¡Los del bote! ¡Esperad al Mortero, por favor! ¡Esperadle! - gritaba desesperado el fornido fugitivo…

- No lo va a conseguir, el Mortero no lo va a conseguir… con esta maldita lluvia no le pueden escuchar… ¡Eh! ¡Esperadle! - chillaba como un loco mientras descendía por la ladera del acantilado intentando asegurar sus pasos en roca firme. Los hombres del bote, por su parte, empezaban a remar y se alejaban lentamente de las rocas luchando a duras penas contra el fuerte oleaje que arremetía en su contra.

- ¡No dejéis al Mortero aquí! ¡Por lo que más queréis, NO LE DEJÉIS AQUÍ! - y de pronto, el robusto eiseno vio como el hombre que estaba de pie en el bote empezó a gesticular a los remeros para que detuvieran su marcha mientras les indicaba en que punto se encontraba el grandullón en el despeñadero.

- ¡Sí! ¡Sí! ¡Ese maldito bastardo le ha escuchado y le esperan! ¡El Mortero ya solo tiene que lograr bajar de aquí como sea! - gritaba eufórico para sus adentros mientras aceleraba en lo posible su peligroso descenso por el acantilado.

De golpe, después de un corto y seco chasquido, la inmensa piedra donde estaba sujetado el fugitivo se separó de la pared de la montaña. La piedra y el hombre se precipitaron en el vacío iluminados por el destello de un relámpago cercano. En su caída, por la mente del eiseno pasaron fugaces algunos de los momentos de su vida. Sus días de batalla. Como se ganó sus infinitas cicatrices. Su encarcelamiento en la prisión de la Garra. Hasta que de repente vio por un instante las afiladas rocas que le esperaban en el fondo del abismo, y se encomendó a Theus o al Demonio, quien fuera que lo recibiera después de su ineludible muerte…



- ¡Uaaag! ¡El Mortero se ahoga! ¡¿Donde está el aire?! - pensó el desorientado fugitivo mientras luchaba contra la fuerza del agua. El oleaje era tan fuerte, que lo lanzaban de un lado al otro, estampándole contra las mismas rocas que el capricho del destino le había permitido evitar con la súbita crecida de la mar al paso de una ola gigante. A pesar de los duros golpes, el eiseno tenía una constitución extraordinaria y pudo sobreponerse al dolor recibido. Cuando pudo recuperar un poco de aire y su compostura, empezó a nadar hacia el bote que le esperaba a poca distancia de su caída.

Con el vaivén de las olas, había momentos en que la visión del bote desaparecía y solo la oscuridad de la noche y las aguas cercanas rodeaba al desesperado nadador. Con su último aliento, intentó lanzar su mano para alcanzar la barca y otra salió a su encuentro en el aire. Con la ayuda del resto de la tripulación, el exhausto fugitivo subió al bote, y sin dejar la mano de quien lo había recogido, le dijo:

- ¿A quién debe el Mortero su vida? - mirando directamente a los ojos de su interlocutor.

- Soy el Capitán Wolf, Dylan Wolf, y no me debes más a mí que al resto de estos hombres. Si no tienes a quien recurrir y respetas la lealtad, estás invitado a unirte a nosotros en nuestro viaje.

- ¡Que así sea pues, Capitán Wolf, y que mi destino quede ligado al de los vuestros!

Y los hombres reanudaron su remo para intentar salir del infierno marítimo donde se habían metido.



Amordi, 10 de Julius de 1669.

Isla de la Montaña Vacía, en el Mar de la Espuma.


Los marineros se dirigieron hacia el viejo molino por el sendero que les habían indicado en la taberna de la ciudad. Al llegar a la isla, no habían tenido ningún problema para recuperarse de su lamentable estado con el oro sacado del pequeño cofre. Del mismo modo, no les costó mucho conseguir información acerca de Don Juan del Castillo, puesto que era la única preocupación seria que tenían en mente. Dylan Wolf, Blind, Nicolette Whitesplit y el Padre Diego de Orduño llegaron al mediodía frente la morada del retirado Capitán.

Don Juan del Castillo era un hombre mayor, de unos 50 años, retirado ya hacía tiempo de sus funciones de capitán. Disponía aún de un barco abandonado en el puerto de la ciudad, puesto que era un fugitivo de la ley montaignesa por no aceptar ocuparse como espía contra su amada Castilla, y no se atrevía a acercase por si fuera apresado. Cuando el Padre Diego le comunicó la noticia de que su hermano había sido hallado muerto en su intento de fuga, el hombre la encajó con inevitable tristeza y visible desahogo después de tanto tiempo de vana espera.

Viendo que el Padre Diego no tenía la insensibilidad necesaria para sacar el tema en esos momentos, el Capitán Wolf no pudo resistirse a preguntar por la Isla del Diamante de Sangre. Sobreponiéndose a su reciente dolor, Don Juan contó que la isla había sido conocida por la desaparición de todos sus habitantes excepto de uno, que fue encontrado en un pobre estado mental y que se llamaba Sebastien Montfort. En su estado de locura, y para que nadie más viera lo que yacía allí, dedicó el resto de sus días en eliminar toda información relevante de la isla así como cualquier forma de localizarla. Como valerosos aventureros, cada palabra pronunciada solo servía para aumentar sus ganas por llegar a ella.

Antes de finalizar el relato, alguien se percató de que una cuadrilla de soldados montaignenses se acercaba a paso ligero por el camino. De inmediato, Don Juan entró asustado en su molino, y al cabo de poco, el resto le siguió. Cuando los uniformados llegaron, el oficial Bastion Allais proclamó la detención de Don Juan del Castillo en nombre del allí presente Gobernador de la isla, así como de todos sus colaboradores. La única respuesta que recibieron fue el vaciado de un orinal encima del cebado Gobernador.

Los soldados empezaron a golpear la puerta del edificio para echarla al suelo. Mientras tanto, Nicolette y Blind se preparaban en el interior para darles una complaciente bienvenida, y Wolf, siguiendo una corazonada, subió las escaleras para buscar una manera de acceder al tejado del molino. Cuando la puerta cedió, y aprovechando que tras sus órdenes el alboroto empezaba en las dependencias inferiores, el oficial montaignés intentó un rodeo valiéndose de las gigantescas aspas del molino para llegar hasta la parte superior del edificio.

Su sorpresa fue mayor cuando se dio cuenta de que su emboscada sería infructuosa, pues alguien le estaban esperando allí. Sin dejarse amedrentar, Allais desenvainó su espada e hizo frente a su oponente. Haciendo gala de una increíble destreza con el estoque, con un par de precisos movimientos rasgó la chaqueta de su rival lo suficiente para que por si sola se cayera y, sin la menor resistencia, se fuera arrastrada por las caricias del viento. Un acto de tal pericia habría impresionado a la mayoría de hombres, pero Dylan Wolf no era un hombre corriente, y en su cabeza tenía otros asuntos evaluando cuales eran sus mejores opciones. Una suave brisa corría por esas alturas, y el traicionero techo de tejas hacía muy difícil el movimiento. Estaba claro que eso era una oportunidad, solo tenía que esperar el momento oportuno.

Empezó el toma y daca de los espadachines, y en poco tiempo quedó clara la superioridad técnica del montaignés. Como maestro de la famosa escuela de esgrima Valroux, era mucho más rápido y mucho más diestro que el avalonés. Después de un par de heridas, el oficial aprovechó un agujero en la defensa de Wolf para desequilibrarle con el hombro y hacerle caer del edificio.

Wolf no era el más diestro, pero si encajaba bien lo golpes, y sin grandes problemas se recompuso de su caída. Agarrándose a una aspa del molino, empezó a ganar altura para volver a hacer frente al vanidoso montaignés. Por su parte, Bastion Allais, pensando quizá en que no se habría recuperado tan rápidamente de su caída, saltó a otra de las aspas para descender a su encuentro solo para darse cuenta de que en realidad Wolf estaba en el lado opuesto de la gran cruz.

Sabiendo que debía elegir muy bien su momento, Wolf dejó que el oficial machacara inútilmente el mástil de su aspa en un infructuoso intento por cercenarla, y cuando Allais llegó otra vez a la techumbre del molino, solo tuvo un segundo antes de darse cuenta de que el avalonés le estaba esperando con su pistola preparada para descargar el plomo en su pecho. Wolf sabía que en el tejado sería difícil esquivar el tiro pisando esas malditas tejas y buscó su oportunidad para infligir el mayor castigo en el momento justo. Increíblemente, gracias a una combinación de habilidad y suerte, un inesperado resbalón ayudó al oficial a esquivar el balazo perdiendo solo algunas plumas de su refinado sombrero, y una vez hubo recuperado su equilibrio, blandió su espada inflingiendo un par de profundas heridas en su desconcertado rival.

Viendo cerca su victoria, el arrogante montaignés empezó a recrearse en la situación complementando sus mortales ataques con osadas florituras, cometiendo así un peligroso error. Wolf se había percatado de que la vieja madera del tejado crujía y se resentía en cada paso de los dos hombres, y cuando tuvo la menor oportunidad, saltó con todas sus fuerzas derribando el techo y haciendo que los dos hombres se precipitasen al piso inferior entre escombros y una nube de polvo.

Después del estruendo, el silencio se hizo en toda la casa hasta que los dos rivales empezaron a incorporarse de su caída. Cerca de ellos, arrinconados se encontraban el Padre Diego y Don Juan del Castillo, que contemplaban la escena atónitos. Bastion Allais fue quien se recuperó antes, y no queriendo encontrarse con más sorpresas, lanzó un pesado armario encima de la única apertura que permitía la salida y entrada al piso presente. Aprovechando el descuido, Wolf saltó con su estoque para inflingirle una fea herida en el costado y este, entre insultos y maldiciones, se deshizo del avalonés con un tajo en diagonal que cortó su desprotegido pecho y lo lanzó de nuevo contra el suelo. Girando sobre si mismo, Wolf se apropió del mosquete que llevaba atado en la espalda y disparó a su oponente hiriéndole esta vez en el muslo derecho.

Los dos hombres estaban exhaustos y al limite de sus fuerzas. Los compañeros de Wolf habían conseguido deshacerse de los soldados en la planta inferior e intentaban sin resultado desbloquear el acceso al piso. Los dos rivales se miraban ahora con hostilidad y respeto, mientras acopiaban fuerzas para un último ataque. Los dos se levantaron a la vez, colocaron ceremonialmente sus aceros erguidos frente a su rostro, y se lanzaron a la par en una estocada de todo o nada. Los hierros impactaron y la sangre salpicó las paredes. Los dos rivales quedaron arrodillados uno al lado del otro, mientras un charco carmesí se extendía por el suelo a su alrededor. Finalmente, Wolf dijo casi susurrando:

- Parece que la fortuna te sonríe, amigo. Ha sido un placer lidiar contigo. Espero que nos volvamos a ver en un futuro… - y cayó inerte en medio de la sangre.

Después de ese instante, Blind y Nicolette entraron por la ventana saltando de una aspa del molino. Sin ganas de rematar al que había sido un tenaz contricante, el oficial montaignés saltó por la ventana opuesta para caer encima del orondo Gobernador, y con la ayuda de algunos soldados que se habían recuperado, terminaron marchandose por donde habían llegado. Habría tiempo para volverse a encontrar.



martes, 21 de agosto de 2007

Capítulo I


Terdi, 19 de Tertius de 1668.

Astilleros de Wandesborow, en Avalon.


“Por fin la construcción del barco llega a su fin. Ha sido un duro año de trabajo, pero creo que el resultado es mejor de lo esperado. Ahora lo que nos urge es conseguir la suficiente tripulación para llenar el navío, pues Blind tiene prisa por conocer al Capitán Joe Shark. Parece ser que fue él quien dirigió la nave que secuestró a su familia, y espera que le pueda dar algún tipo de información para empezar su búsqueda.”

“Es curioso, durante estos meses el trabajo ha sido tan intenso que poco hemos hecho para conocernos mejor uno al otro. De hecho, se poco más de lo que me contó esa noche en “La Foca Pelada” donde nos conocimos por primera vez. Supongo que cada uno tiene sus fantasmas, y a pocos les gusta que se metan es sus asuntos. Quizá, ahora que saldremos a la mar, tendré más tiempo para conocer quien es en realidad mi compañero de aventuras.”

“Este tal Capitán Shark está juntando a gente de toda calaña para asaltar a los ricos convoyes montaignenses. La verdad es que los montaignenses no deben estar muy contentos con la reputación de su flota, pues cada mes aumenta el número de barcos asaltados por piratas y corsarios. Parece que nos vamos a unir a una gran escuadrilla de naves para realizar uno de los mayores golpes hasta el momento. Un buen comienzo para nuestro barco.”


Amordi por la mañana, 10 de Quartus de 1668.

El Mar de la Espuma.


“Hace unos días, nuestro barco fue bautizado con el nombre de “Sea Wolf”, y en estos momentos ya surca los mares. Después del fugaz contacto con el Capitán Shark, nuestro primer rumbo ha sido las costas montaignensas para interceptar ese gran convoy lleno de las riquezas del mismo Rey Sol. El objetivo de nuestro barco será el último navío del grupo, el Dumas III, que probablemente llevará algún tipo de escolta. Los marineros ya están ansiosos por entrar en batalla.”

“Cabe decir que el reclutamiento de la tripulación fue peor de lo que hubiera sido deseable. Ni conseguimos una calidad suficiente, ni una cantidad que complete lo que nuestro barco necesita. Espero que en un futuro próximo tengamos más tiempo para seleccionar mejor a los aspirantes, porque las prisas nunca son buenas compañeras y así se ha demostrado.”

“En la reciente tripulación, hay una chica que me ha llamado la atención. Se trata de una marinera eisena de quien nunca consigo acordarme del nombre. Me he fijado en ella no por su habilidad, si no por su carácter. Esa chica debió pasarlo muy mal en su país, pero en fin, es de Eisen y que se puede esperar de esa nación rota. Se pasa todo el día insultando y soltando tacos, seguramente tendrá un problema de seguridad en si misma. Pero bueno, tampoco me importa mucho, pues prefiero no meterme en los asuntos de la otra gente, y es mejor que cada uno aguante su vela si no pide ayuda. Mientras no represente un problema con el resto de marineros y cumpla con sus obligaciones, será parte de la tripulación y en el “Sea Wolf” tendrá un lugar.”


Amordi por la tarde, 10 de Quartus de 1668.

El Mar de la Espuma.


La batalla con los barcos montaignenses fue más dura de la esperada. El Capitán Wolf debía reconocer que después de un año en dique seco, las ganas le pudieron y se precipitó en la toma de algunas decisiones.

Cuando las naves montaignensas divisaron al “Sea Wolf” en la distancia, la brigantina de escolta se lanzó a su encuentro para presentar batalla. Como el avance de la brigantina no era muy rápido, pero el navío mercante se alejaba a toda vela, Wolf decidió centrar sus esfuerzos en este último y los marineros pusieron todo su empeño para atrapar a su presa. En la distancia, la brigantina intentaba torpemente alcanzarles con sus cañones, pero solo consiguieron malgastar su munición. De propina, se llevaron algo de plomo que les mandó el “Sea Wolf” como aviso.

El viento soplaba fuerte y las naves navegaban veloces. Al cabo de poco, el “Sea Wolf” se puso a la par del navío mercante y empezó a bombardearle con sus cañones de estribor.

- ¡Fuego! - ordenó el Capitán Wolf, y los cañones rugieron sembrando el cielo de plomo - ¡Que esos afeminados hijos de padre rico se den cuenta de que la mar no es para lerdos!

Cuando los proyectiles impactaron con la nave montaignesa, la madera crujió y el cielo se llenó de astillas y escombros. El navío mercante respondió el ataque con sus cañones, pero los daños que sufrió el barco pirata no se podían considerar más que simples rasguños. Por su parte, el “Sea Wolf”, una corbeta de guerra sobrecargada de cañones a costa del espació en bodega, inflingía heridas críticas a su presa y esta tuvo que cambiar rápidamente de estrategia.

En un arrebato de temeridad o locura, el “Dumas III” viró para embestir al “Sea Wolf” por su lado de estribor. A la orden, los marineros de la corbeta empezaron a cambiar a toda prisa los aparejos, y la nave consiguió girar a tiempo para encarar su espolón reforzado contra el enemigo. Los barcos chocaron y la madera volvió a crujir. Los hombres cayeron al agua y los cañones se hundieron con ellos. Las velas se rasgaron y los mástiles se partieron.

Cuando las dos naves se pararon una al lado de la otra, el abordaje pirata empezó sin demora. Los exaltados piratas del “Sea Wolf” saltaron al navío montaignés y entablaron una feroz lucha contra su tripulación. Mientras sus hombres luchaban contra los espantados mercaderes, el Capitán Wolf se acercó al oficial al mando de la nave abordada. Los aceros se cruzaron, y la primera ventaja fue para el emplumado de finas maneras, que le asestó una profunda estocada en la pierna derecha. Sin tiempo para lamentaciones, el Capitán Wolf desenfundó su pistola de cinto y descargó su plomo en el pecho de su enemigo. Los aceros se volvieron a encontrar y el emplumado falló en su intentó de entorpecer al Capitán soltándole una vela. Cansado de la persistencia de su enemigo, Wolf encapuchó al montaignés con su propio tricornio, y le asestó un golpe de derechas dejándolo tumbado en el suelo.

A la par, sus marineros habían conseguido reducir la tripulación del “Dumas III”. Los prisioneros fueron atados, y el Capitán con algunos hombres se fue a inspeccionar su botín. Al ver que en vez de oro y plata la bodega estaba cargada con ropas de fino tallo, un halo de decepción corrió por los hombres del Capitán. Al ver los emblemas del Rey Sol bordados en los vestidos, por las mentes de Wolf y Blind empezaron a pasar las posibles salidas que tendría un cargamento tan exclusivo como ese.

De repente, un grito desgarrador se escuchó en el castillo de popa. Cuando los hombres de Wolf llegaron al camarote del capitán, fueron sorprendidos por un disparo de pistola. La peor parte se la llevó Nicolette, una eisena de malos modales, que encajó el balazo en su hombro. Entre el humo y el ruido del estallido, los piratas consiguieron presenciar como un oficial montaignés, el Capitán Pierre Chatillón, huía entre risas por un rasguño mágico de la realidad. Sin lugar a dudas, se trataba de uno de los misteriosos hechiceros de Porte, la exclusiva magia de la nobleza de Montaigne.

Sin lugar al descanso, en las proximidades del malherido navío mercante se empezaron ha escuchar los cañonazos que provenían de la brigantina olvidada. El Capitán Wolf rápidamente dividió a sus hombres en los dos barcos, y zarpó con el “Sea Wolf” a la caza del insensato atacante. Con una sola ráfaga de proyectiles fue suficiente para perforar la línea de flotación de la brigantina y mandarla a pique. Finalmente, el “Sea Wolf” y el “Dumas III” izaron rumbo de regreso hacia el refugio pirata acordado por el Capitán Shark, la Isla de los Tres Patos.



Soldi, 8 de Quintus de 1668.

Isla de los Tres Patos, en el Mar de la Espuma.


Los hombres del “Sea Wolf” bajaron a tierra después de 4 semanas de navegación. Hacía días que estaban cansados del mar, y no perdieron mucho tiempo en llegar a las tabernas y burdeles de la isla. La Isla de los Tres Patos era un sucio escondrijo de piratas perdido en el Mar de la Espuma, donde todo era feo y todo olía mal. Todos los navíos que formaban parte de la flota pirata del Capitán Shark tenían la orden de regresar a la isla después del ataque al convoy montaignés para repartir el botín.

Una vez aseguradas las ordenes, Dylan Wolf acompañó a los últimos marineros que abandonaron el barco hacía la mayor taberna de la isla. El antro estaba lleno a rebosar de piratas de toda clase y aspecto. Más de la mitad ya estaban bebidos, y más de la mitad querían estarlo más. Wolf había venido para, al margen de tomar un poco de whisky, acompañar a su socio Blind en su búsqueda de una oportunidad para hablar con Joe Shark. El primer intento de Blind terminó sin mucho éxito, pues sus propios prejuicios le impidieron desenvolverse con soltura en esa situación, por lo que Wolf se acercó a la mesa de los capitanes para no desperdiciar la oportunidad a las primeras de cambio.

Cuando aún no habían pasado ni cinco minutos, después de escuchar algunas fanfarronerías de los capitanes, Nicolette, que hasta el momento se había quedado en un segundo plano, estalló en un repentino ataque de furia y lanzó una mesa por encima de los que habían provocado su indignación. Al ver que una pelea de todos contra tres no era muy buena idea, Wolf aprovechó la confusión para iniciar una trifulca entre otros dos piratas para que la eisena dejara de ser el centro de atención. En pocos segundos la taberna se sumió en un torbellino de violencia y destrucción donde todos pegaban al resto, y el resto te pegaba a ti.

La pelea transcurría con animosa normalidad hasta que un marinero entró por la puerta gritando con una impertinente histeria:

- ¡Nos están atacando! ¡Nos están atacando! ¡La flota montaignesa ha llegado a la isla! ¡Todo el mundo a sus…! ¡KABOOOUM! - y el marinero saltó por los aires junto con los pedazos de la pared al impactar un proyectil en el costado de la taberna.

Se empezaron a oír cañonazos por todos los rincones del arrecife. Piratas, ladrones, timadores y fulanas empezaron a correr en busca de refugio fuera y dentro del pueblo. La gente recibía tanto por los codazos y los atropellos del resto como por las explosiones y sacudidas de los proyectiles montaignenses. El Capitán Wolf dio la orden a sus hombres de que regresaran al barco, pero cuando salió de la maltrecha taberna quedó paralizado al contemplar el aterrador espectáculo que estaba ofreciendo la mayor de las naves atacantes. La “Reine Verte” martilleaba la costa con sus baterías interminables de cañones sin dar tregua entre bandada y bandada. Su increíble tamaño ridiculizaba cualquier embarcación que se le acercara, por grande que fuera. Wolf se quedó quieto contemplando a esa maravilla mientras los proyectiles zumbaban a su alrededor. Y después, dejó de contemplar y estudió. Memorizó todos los detalles que pudo de ese navío. Sus velas, sus mástiles, sus cubiertas, sus filas de cañones… hasta sus luces y ventanas. Tenía que fijarse en todo lo que pudiera ser útil, porque ese barco era invencible, y si quería conseguirlo debía recurrir a todo su ingenio para lograrlo.

De repente, Nicolette apareció sin aliento a su lado. Al ver que no había acatado su orden, el Capitán la repitió una vez más y los dos se fueron hacia el “Sea Wolf”, que estaba fondeado en el otro lado de la isla. Al llegar vieron como los navíos montaignenses estaban aniquilando sin compasión a la flota pirata, y cuando el “Sea Wolf” partió, tuvieron suerte de poderse escudar en la cobertura ofrecida por los restos de las naves destruidas.

Cuando empezaban a dejar atrás a la humeante Isla de los Tres Patos, la terrorífica silueta del la “Reine Verte” empezó a dibujarse entre el oscuro humo. Al cabo de poco, una persecución desigual empezó entre las dos naves, pero el Capitán Wolf no tardó en comprender que no tendrían escapatoria. La “Reine Verte” era también mucho más veloz que cualquier otra embarcación. Wolf aceptó su derrota y dejó que el inmenso buque montaignés les apresara sin ofrecer resistencia.

Una vez detenidos, toda la tripulación fue presentada al oficial al mando de la “Reine Verte”, el Capitán Reinhard Klauss, un eiseno enfundado en una armadura Dracheneisen casi completa, que mostraba muy poco entusiasmo por sus obligaciones. El Capitán Klauss les contó con desinterés y cierta burla que había recibido la orden directa del Rey Sol de apresarlos y llevarlos a su presencia por la osadía de robar su vestuario personal. Así pues, fueron encarcelados, y el “Sea Wolf” fue abandonado a su suerte y sin tripulación en el Mar de la Espuma.


Soldi, 23 de Quintus de 1668.

Prisión de la Garra, en el Mar de la Espuma.


El guardia se acercó a su compañero que hacía ya rato que observaba la entrada de la prisión.

- ¿Son esos los nuevos inquilinos de la Garra? - preguntó intrigado - He oído que se atrevieron ha robar los mismísimos calzoncillos del Rey Sol.

- Sí, yo también he escuchado esa historia. Cuentan que fueron atrapados por el Capitán Klauss en medio de una isla pirata.

- ¡¿El Capitán Klauss?! - se sorprendió el guardia al escuchar las palabras de su compañero - Creía que ese hombre era solo una leyenda. Cuentan que el Rey mismo fue a buscarlo a Eisen porque estaba harto de que su Armada fuera derrotada por el primer pirata de tres al cuarto que pasara, y que le dio el mando de la mayor nave jamás construida por el hombre.

- Lo que me dijo mi primo es que ese Capitán se presentó con el navío en medio de la isla pirata y arrasó con todo lo que encontró. Solo permitió que sobrevivieran esos tipos porque el Rey Sol había pedido que los trajera a Charouse – continuó el guardia mientras inspeccionaba algo que había encontrado en su cabellera - Después de eso, llegaron a la capital cruzando el Séptimo Mar.

- ¡Maldita sea, tu primo cuenta cada vez historias peores, Pierre! - le dijo mandándolo al carajo. Al poco se volvió a acercar a su compañero - ¿Y que pasó luego?

- Pues que tuvieron audiencia con el Rey Sol, y al ver la pinta que tenían, l’Empereur les dijo que lo habían pillado en un buen día, y que no serían ejecutados si no encerrados de por vida en la “Île de la Voie” - le respondió mientras probaba el sabor de su hallazgo.

- Pues no sabría decirte si salieron ganando. Los únicos que he visto salir de este agujero han sido con los pies por delante, después de pasar una eternidad en dos palmos de habitación cerrada.

- ¡Que se los lleve el demonio si por mi tiene que ser! Yo solo estaba mirando el trasero de esa rubia, que es lo mejor que he visto en muchos años...

Y los guardias continuaron cada uno con su ronda como cada día de su tranquila vida.

Y tres nuevos prisioneros fueron encarcelados en la Prisión de la Garra. Tres desdichados marineros fueron dejados al olvido en la Isla de la Huella. El Capitán avalonés Dylan Wolf, el mercader vendelino conocido por Blind, y la marinera eisena Nicolette Whitesplit.


lunes, 20 de agosto de 2007

Preludio


Terdi, 11 de Decimus de 1655.

Universidad de Bedegrane, en Avalon.


- Este chico no vale para nada. No hay ni una sola de las cualidades que debería tener un diplomático en la que consiga igualar a sus compañeros de curso… - dijo el viejo profesor mirando al solitario alumno desde la ventana.
- No sea tan duro con él, Maestro Stonehead. A mi me parece que el chico tiene problemas de adaptación, eso es todo. Proviene del condado de Percis, y debe echar en falta a su familia - le respondió otra profesora más joven.
- Señorita Grace, tenga en cuenta que precisamente por ser de Percis debería estar familiarizado con los ambientes cortesanos. Además, su familia está muy interesada en que desarrolle unas buenas habilidades para tomar las riendas de sus posesiones cuando las herede ¡En un futuro, la incompetencia y los deslices de este chico podrían poner en entredicho la reputación de la Universidad!


Veldi, 24 de Tertius de 1664.

Academia de la Armada de Carleon, en Avalon.


- ¿No es demasiado joven para ser nombrado teniente, mi Señor?
- Quizá sí, Sr. Matthews, pero Avalon necesita oficiales valientes, y aunque el Sr. Wolf no es el marinero más experimentado, se lanza a la mar con una bravura que pocas veces he visto en oficiales con más años de servicio. Desde que llegó a la Academia, su dedicación ha sido absoluta y ha cumplido todas sus misiones con una inaudita valentía por no decir temeridad. Con esta actitud, aunque su bienestar sea incierto, al menos servirá para inspirar a las tropas.
- Como usted ordene, Señor. Perdone mis observaciones, pero solo le comento mis dudas porque desde hace unos días el comportamiento del oficial Wolf me parece un poco… extraño – apuntó el oficial bajando la voz.
- ¿A que se refiere Sr. Matthews? ¡Hable claro, por favor! – le ordenó el Almirante con autoridad.
- Verá Señor, hace unos días, en una misión de reconocimiento por el Mar de la Espuma, el oficial Wolf estaba dirigiendo la nave en un momento de indisposición de los oficiales al mando. Algunos marineros de ese navío cuentan que el oficial Wolf se quedó en un extraño estado de shock al divisar una inmensa nave de guerra montaignesa en el horizonte lejano. Algunos dicen que esa nave era como una montaña y poseía 4 cubiertas y más de 300 cañones. Cuando el oficial Wolf volvió en si, ordenó a los marineros cambiar el rumbo para acercarse, o dar caza según quien lo cuenta, al imponente barco. Incluso cuando los oficiales al mando retomaron el control del navío, el oficial Wolf opuso clara resistencia a las órdenes de continuar con el rumbo establecido que se alejaba del objeto de su obsesión…
- ¡No me cuente historias de marineros borrachos, Sr. Matthews! Aunque este cuento fuera cierto, la decisión del Sr. Wolf bien podría ser acertada si se hubiera obtenido información o detalles de un barco tan increíble, aunque dudo que estas exageraciones tengan algún ápice de veracidad ¡De todas formas, yo de usted me preocuparía del porqué un grupo de oficiales al mando de una nave están indispuestos todos a la vez hasta el punto de que dejen el control del navío a un oficial inexperto! – terminó el Almirante con un amenazante tono de voz.

Inmediatamente, el Capitán Matthews terminó con sus observaciones y abandono las dependencias del Almirante sin soltar una palabra más.


Voltadi, 7 de Sextus de 1667.

La Foca Pelada” de Wandesborow, en Avalon.


- ¿Has conseguido algo de esos dos, Mary? – le preguntó a su compañera que permanecía apoyada en una columna.
- Nada de nada. Hace horas que se están contando sus vidas mientras engullen alcohol sin reparar en la cuenta.
- La verdad es que son los únicos que parece que tengan dinero para algo más que un par de tragos. Yo me acerqué a ellos hace un rato y llegué a escuchar como preparaban algún tipo de negocio para construir un barco – apuntó la fulana mientras se recolocaba una media con la ayuda de un taburete.
- Yo diría que el de las gafas es del continente, no se, vendelino quizá. Tiene pinta de listo, puede que sea un mercader. El otro, en cambio, es completamente distinto. El instinto me dice que es un soldado, aunque por sus formas más bien diría que es un oficial – le contaba a su compañera como si estuvieran rumoreando en los balcones de sus casas - Sí, y me parece que los dos tienen problemas con su pasado y están pensando que hacer con ellos. De todas formas, no me parecen peligrosos. Yo creo que no son ni criminales ni fugitivos…
- ¡Y a mi que más me da lo que son o lo que les pasa! ¡Yo quiero su dinero, y mientras hablan y beban nosotras estaremos aquí paradas! – le soltó a Mary con enfado.
- ¡Espera, parece que el de las gafas me hace una señal! ¡No, no… nos quieren a las dos! Deben de haber llegado a un acuerdo y quieren celebrarlo ¡Venga, desabróchate el escote y pon tu mejor sonrisa, parece que tenemos trabajo!

Y las dos chicas se acercaron a la mesa contorneando sus caderas y ofreciendo sus encantos.


domingo, 19 de agosto de 2007

Presentación

Dylan Wolf es un personaje ficticio del juego de rol llamado 7th Sea. 7º Mar es un juego de acción y aventuras ambientado en un mundo de mosqueteros, piratas, sociedades secretas e intrigas políticas. Todo transcurre en el continente de Théah, un lugar muy parecido a la Europa de los siglos XVII y XVIII. Los jugadores asumen el papel de héroes decididos a frustrar los planes de bellacos y villanos, explorando viejas ruinas y saqueando el tesoro de las flotas de los tiranos.


Muy al norte y al oeste de la Théah continental se encuentran las Islas del Glamour, los Reinos Unidos de Avalon. Se trata de tres coronas unidas por un único destino y un único deber, un lugar de misterio y realidad fantástica. Como dicen los visitantes, Avalon bien podría ser una historia de hadas viviente. Si preguntas a los propios avaloneses, sonreirán, te guiñarán el ojo y te recordarán que no debes pasear solo por la noche, sobre todo sin una cruz de hierro alrededor del cuello o un trébol de cuatro hojas en el bolsillo.

Solo en la última década las Islas del Glamour han tenido algún impacto en la política théahna. Hace unos años que la Reina Elaine consiguió unir a los enfrentados reinos insulares por primera vez en su historia, y posteriormente su diminuta armada derrotó a la flota de Castilla, la mayor fuerza naval de Théah. Por otra parte, no hace mucho que Avalon se separó de la Iglesia Vaticana, todo un desafío al poder de la religión dominante de la Théah actual.

Las Islas del Glamour no disponen de ejército permanente, pero sí de una de las flotas más astutas de los mares. Los corsarios avaloneses, apoyados por su reina, han demostrado ser el terror de las armadas de Castilla y Montaigne. Aunque Elaine niega oficialmente apoyar sus acciones, no hay duda de que los cofres de Avalon han engordado desde que comenzaran a recurrir a la piratería.


El Capitán Wolf navega los mares de Théah bajo dos banderas. Por un lado la bandera avalonesa, por ser su patria y a la cual sirvió como teniente de la Marina hasta hace poco. Por otro lado la bandera pirata, aunque en realidad se dedica al corsarismo en nombre de las Islas del Glamour.