sábado, 13 de octubre de 2007

Capítulo VI

Voltadi, 14 de Septimus de 1669.

Isla de Eskjö, en Vesten.


El viento soplaba fuerte en medio de la noche y el frío conseguía colarse a través de los resquicios de los atuendos del Capitán Wolf. Echando una profunda calada de su pipa, observaba sin fijarse en nada al oscuro y nevado horizonte más allá de la empalizada del poblado. Las canciones y los gritos de alegría ya habían empezado a mitigarse entre los bebidos bárbaros de la gran choza a sus espaldas y, para si mismo, se preguntaba si finalmente tendrían que marcharse de la isla sin haber conseguido aumentar la tripulación de su navío.

Después de todo, el día no había empezado tan mal como lo veía Wolf a esas horas de la madrugada. Por la mañana, al llegar al poblado Vestenmannavnjar fueron recibidos con cierta reticencia pues los bárbaros eran un pueblo orgulloso e introvertido. Al desconocer el idioma vendelino, Blind y Nicolette se encargaron de intentar establecer contacto con los autóctonos, pero a ojos de Wolf no solo malograron su propósito, sino que Nicolette se enfrascó en un inesperado combate con el que parecía ser el tipo más grande que jamás se hubieran encontrado. Ante la mirada atónita del capitán, la eisena y el bárbaro empezaron a intercambiarse tortas y guantazos con un estruendo que rápidamente congregó a la parroquia local. Al ver su sorpresa, Blind explicó al capitán que dentro de las costumbres locales uno debía ganarse el respeto del otro si quería conseguir trato con él y que Nicolette había provocado la disputa poniendo en tela de juicio la valía del enorme guerrero. La verdad era que después de la escaramuza la actitud de los bárbaros había cambiado y fueron invitados a una fiesta que tenían preparada para esa misma noche.

Aunque Nicolette había conseguido romper el hielo, rápidamente sucumbió a los efectos del alcohol y quedó fuera de servicio para prosperar en el enrolamiento del personal. Solo Blind podía comunicarse con los nativos, pero como resultaba siendo habitual en él, sus precipitados prejuicios hicieron acto de presencia y se negó a considerar a quienes juzgaba como meros campesino incapaces de vencer a una muchacha en una refriega. Sus comentarios incluso le provocaron una contienda de fuerza contra una fornida lugareña, que no sin apuros consiguió superar conservando así su desafiada hombría. Así pues, el Capitán Wolf estaba tan cerca y tan lejos de conseguir más hombres para su mermada tripulación. Mientras reflexionaba en todos estos hechos, el humo de su pipa se alejaba enredándose con los remolinos del viento que soplaba en la nevada tundra vendelina.


15 de Septimus de 1669.

Isla de Eskjö, en Vesten.


Por la mañana, el Capitán Wolf se quedó completamente sorprendido de ver a una veintena de feroces guerreros preparados para incorporarse y hacerse a la mar. Wolf no podía adivinar si habían tomado esa decisión por la demostración de músculo de la eisena, o si por la ganas de asaltar y saquear a los incautos mercantes, o si simplemente era porque estaban aburridos y no tenían nada más que hacer. De hecho tampoco le importaba mucho, su nuevo barco por fin había conseguido la tripulación que necesitaba y podían zarpar y desplegar velas para navegar hacia su siguiente destino.

Precisamente, pero, su siguiente destino no estaba aún muy claro. La única información acerca del Capitán Shark y el “Sea Wolf” que tenían era que estaban navegando por las aguas cercanas a Ussura, pero no tenían mayores detalles y tampoco conocían mucho esas costas. En medio de este debate, el grito de alarma del vigía se escuchó por toda la cubierta anunciando la presencia de un navío surgido de la niebla en el horizonte. Wolf agarró el catalejo y oteó al navío en la distancia. Por lo que parecía, se trataba de un barco pirata Vestenmannavnjar que les estaba dando caza. Sin duda no tenían ni idea de con quien estaban tratando y seguramente habían confundido al “Old Hawk” con un pequeño mercante que abandonaba la ciudad de Kirk hacia el continente. De buen seguro que lo último que esperarían encontrar sería un buque armado y lleno de guerreros ansiosos de presentar batalla.

El Capitán Wolf vio en la situación una oportunidad para enseñar a los recién llegados con que se tendrían que enfrentar en la piratería de la Théah actual. Rápidamente ordenó un cambió de rumbo y que preparasen los cañones para la batalla. Con brusquedad, la proa del “Old Hawk” giró a babor rompiendo el moderado oleaje, encarando la fila de cañones hacía el incauto perseguidor. Cuando el capitán calculó que el blanco estaba dentro del rango de tiro, gritó la orden de fuego y los cañones rugieron retumbando en medio de la silenciosa mar. Los proyectiles cruzaron el cielo hasta alcanzar su objetivo castigando la línea de flotación del barco vendelino, en medio de los vítores de los marineros más veteranos del bergantín. Mientras tanto, la tripulación vendelina del “Old Hawk” observaba en silencio los acontecimientos.

Cuando los cañones ya se preparaban para la segunda andada, otro par de navíos aparecieron de la espesura sumándose a la batalla. Algunos marineros empezaron a cambiar sus expresiones de júbilo por rostros de preocupación, pero el Capitán Wolf no se inmutó. Era el momento de demostrar a sus hombres porqué se había echo con ese barco. Era el momento de demostrar la valía del “Old Hawk”.

Mientras daba la orden de no dar tregua al enemigo con la artillería, Wolf cruzó corriendo la cubierta mayor y se encaramó con un salto en el espolón de la proa. Mientras los barcos enemigos intentaban reducir la distancia que les separaba, el viejo bergantín descargaba sin descanso una lluvia de proyectiles que hostigaba a los contrincantes sin compasión. Para los bárbaros Vestenmannavnjar la lección estaba clara, en la Théah moderna, una batalla naval podía ser decidida antes de cruzar espada alguna. Los hombres, la madera y las velas saltaban en pedazos cada vez que una ráfaga impactaba en el objetivo. Cuando el primero de los barcos enemigos se colapsó, el capitán ordenó girar de nuevo el timón, desplegar todas las velas y empezar a dar caza a los cazadores. El viejo bergantín crujió y reveló todo su poderío, empezando a surcar el mar rápido como un delfín. Cuando los enemigos vieron con que velocidad se acercaba su rival, empezaron a maniobrar toscamente para redirigir su rumbo. La segunda embarcación no tardó en quedarse también fuera de combate bajo los continuos cañonazos y antes de acabar con el último de sus enemigos, Wolf ordenó contener el fuego para dejar así que su nueva tripulación pudiese entrar en batalla. Después de todo, habían estado deseosos desde el principio por entablar contienda directa y pensó que no sería muy buena idea privarles de ella en vistas de un largo viaje. Cuando el “Old Hawk” alcanzó a su presa, los garfios volaron para atrapar al buque en medio de una densa telaraña y los corsarios saltaron al abordaje blandiendo sus espadas y hachas, cortando carne, tendones y huesos. La batalla fue salvaje y cruenta.

Al cabo de poco todo había terminado. Los tres navíos mutilados se alejaron lentamente a la deriva dejando un rastro de humo por las llamas que los prendían, mientras la victoriosa tripulación del “Old Hawk” vitoreaba su conquista y honoraba a sus caídos. Por último, a los pocos rivales que sobrevivieron y que habían demostrado firmeza y valor se les ofreció un puesto de servicio en la vieja nave, y todos juntos reanudaron su rumbo. Al final los oficiales habían llegado a un consenso, viajarían hasta las costas de la provincia de Rurik, cerca de la ciudad Ekatnava, donde se decía que la gente de mar frecuentaba la zona desde que la Marina montaignesa dominaba los mares del norte. Un buen lugar, pues, para indagar y descubrir sus siguientes pasos.


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